jueves, 7 de mayo de 2020

LA BATALLA DE LA GUDIÑA, 7 mayo 1709 (I)


En el 309º aniversario de una de las batallas cruciales de la Guerra de Sucesión, la que ha dado en llamarse por algún historiador, la primera de las Guerras mundiales. Derrota aplastante del Ejército aliado luso-británico por parte del Ejército borbónico, compuesto únicamente de españoles, en aquellos momentos,  al haber retirado el rey de Francia el grueso de sus apoyos al pretendiente Felipe V.
Ocho años ya de la llamada Guerra de Sucesión Española, con cinco de combates efectivos en tierras Extremadura y un sangriento sitio padecido por Badajoz en 1705…
…A Badajoz, en 1708, llega el nuevo obispo Francisco Valero y Losa, en una época de miseria, con los campos arrasados por la guerra y los temporales que inundan los terrenos  cultivados, causando un gran número de muertes y epidemias. El obispo y el Ayuntamiento socorren a la población y a los numerosos soldados alojados, elevándose súplicas al rey y consiguiéndose la exención de impuestos por el tiempo de la campaña, mejorando lo conseguido tras el sitio de 1705.

Caballería de Felipe V
 Especialmente duro resulta el período de diciembre de 1707 a febrero de 1708, con gran abundancia de temporales y lluvias, recurriéndose al auxilio divino mediante procesiones: Ntra. Sra. de Consolación es trasladada desde su iglesia en la Alcazaba hasta el Convento de San Onofre, por ejemplo. Resultado de esta terrible primavera son la carestía de los granos y la miseria de 1709, con el agravante de que el ejército aliado fija nuevamente su objetivo en Badajoz.
Dos factores principales impulsaban la nueva ofensiva por el oeste: uno, la retirada general de las tropas francesas que apoyaban a Felipe V, impuesta a Luís XIV tras diversas derrotas sufridas en Flandes, ya que las escasas guarniciones que quedaron en puntos estratégicos no podían garantizar un refuerzo notable a los españoles. El otro factor determinante fue la carestía y escasez de granos en la frontera con Portugal debido a que el transporte desde otros lugares de la península era lento y dificultoso por el estado de los caminos tras los temporales  y la falta de mantenimiento impuesto por la guerra.
El Capitán general de Extremadura, el Marqués de Bay, tenía montado el campamento general de sus tropas en las Bardocas, en la margen izquierda del río Gévora y próximo al actual pueblo del mismo nombre. Allí fue  reuniendo sus fuerzas, entre las que se encontraban las tropas de las Reales Guardias Walonas al mando del Duque de Abre, enviadas por el Rey, conocedor de la importancia que tenía el poder parar esta invasión.
Con las tropas organizadas, Bay inició sus movimientos hasta ocupar las alturas de Santa Engracia desde donde desplegó un ejército de diez mil infantes y seis mil caballos, compuesto únicamente por españoles.
Alturas de Santa Engracia, donde desplegó sus fuerzas el marqués de Bay
Formaban parte de él algunas de las más selectas unidades y de los mejores generales borbónicos del momento, como el Teniente general Alonso de Escobar, Gobernador de la Plaza de Badajoz y cuyo retrato podemos ver en la Iglesia de San Andrés, el brigadier Feliciano de Bracamonte[1], o Baltasar de Moscoso, Conde de las Torres, coronel del regimiento de caballería de su nombre y que aún existe con el nombre de “Calatrava” como Grupo de Caballería del Regimiento Acorazado “Castilla” en Badajoz.
Se reforzaba este formidable ejército con dieciséis piezas de artillería al mando del Teniente general Carlos de Boysloge.
Frente a ellos, las fuerzas anglo-portuguesas sumaban dieciocho mil infantes, cinco mil quinientos caballos y dieciocho piezas de artillería, al mando del Marqués de la Frontera, Capitán general del Alentejo, encontrándose entre otros destacados jefes Milord Galloway y el Conde de San Juan. El ejército portugués se estableció entre Elvas y Campomayor, con el río Caya por delante, sobre el que tendió siete puentes de barcas para facilitarse el paso.
Los españoles asomaron a las alturas del Gurugú y Cuestas para avanzar hacia el noroeste siguiendo las elevaciones de Santa Engracia y  actual  carretera de Campomayor.

Capitán general marqués  Alejandro Bay
En la formación de batalla original las fuerzas de caballería desplegaron en ambos extremos, dejando el centro para la infantería que protegía, además, a la artillería. La diferencia de velocidad en la marcha hizo que la caballería apareciera en dos cuerpos muy separados, al dejar atrás a la infantería, lo que no permitió, en un primer momento calibrar el peligro creyendo que eran fuerzas de exploración y seguridad.
La batalla comenzó a las tres de la tarde del día 7 de mayo, cuando los aliados estaban terminando de cruzar el río y consistió fundamentalmente en repetidas cargas de la caballería española que lograron derrotar y poner en fuga a la anglo-lusa, que también ocupaba los extremos. La infantería enemiga, sin protección, no tenía más posibilidad que resistir, pero, sin esperanzas de poder replegarse en orden, tuvo que rendirse a discreción. La infantería española apenas llegó a intervenir, siendo una batalla típica de la caballería, con acciones similares de enérgicas cargas como las que habían dado la victoria a los borbónicos en Almansa en el año 1707.
La derrota fue total para los aliados que perdieron su artillería y el enorme tren de suministros que tenían, sufriendo alrededor de cuatro mil bajas, de ellos dos mil prisioneros y otros tantos entre muertos y heridos. Por la parte de los españoles se informó de trescientas bajas[2], entre ellas la muerte del coronel Antonio de Leyva, que sería enterrado con todos los honores en la iglesia de los Padres Jesuitas, antiguo Convento de Santa Catalina.
La batalla de la Gudiña supuso el final de las invasiones por el lado de la frontera portuguesa, que tantas preocupaciones había causado en años anteriores, aunque no fue lo decisiva que podía haber sido si en lugar de entregarse a la persecución del enemigo en fuga se hubieran coordinado mejor los esfuerzos para evitar esta huida, con  la posibilidad de apresar o eliminar prácticamente a la totalidad del ejército aliado en Portugal; no obstante, la clamorosa victoria de los campos de Gudiña trajo la tranquilidad a Badajoz para el resto de la guerra quien no sufriría más amenazas de asedio.
Al fondo alturas de Santa Engracia a Campo Mayor, con tapia blanca el cortijo del Nevero
Un temporal de lluvias, además, retrasó las operaciones del Marqués de Bay que salió en persecución de los restos del ejército enemigo, que reunió lo suficiente para reforzar Olivenza, que era el objetivo inmediato de los españoles, quienes careciendo de medios adecuados para un asedio en regla se dedicaron a talar y arrasar los campos efectuando ligeras operaciones sobre la citada plaza. Cercano el verano y preparando las operaciones de la próxima campaña, Bay decidió anular el Puente de Ajuda, para impedir, o al menos estorbar, los suministros a Olivenza, para lo cual voló con explosivos seis de sus arcos.
En otoño del año 1709 saldría el Marqués de Bay a la campaña, pero no volvería a Olivenza, limitándose a recuperar Alconchel, reforzar Almendral y fortificar La Albuera.
El siguiente año, 1710, sería decisivo para las aspiraciones de Felipe V, que se vería firmemente asentado en el trono tras las victorias de Brihuega y Villaviciosa; en Badajoz, las correrías y pillajes irían disminuyendo en intensidad hasta el cese definitivo de hostilidades en agosto de 1712 y la paz general en 1713.


[1] Feliciano de Bracamonte llegaría a ser, en 1724, Capitán General de Extremadura y a su mecenazgo debemos, por ejemplo, el altar mayor del Convento de Carmelitas de Badajoz.
[2] Relación de la batalla de la Gudiña, sucedida el siete de Mayo de 1709 en la Biblioteca Nacional, R: 60361.

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