En el 309º aniversario de
una de las batallas cruciales de la Guerra de Sucesión, la que ha dado en
llamarse por algún historiador, la primera de las Guerras mundiales. Derrota
aplastante del Ejército aliado luso-británico por parte del Ejército borbónico,
compuesto únicamente de españoles, en aquellos momentos, al haber retirado el rey de Francia el grueso
de sus apoyos al pretendiente Felipe V.
Ocho años ya de la llamada
Guerra de Sucesión Española, con cinco de combates efectivos en tierras
Extremadura y un sangriento sitio padecido por Badajoz en 1705…
…A Badajoz, en
1708, llega el nuevo obispo Francisco Valero y Losa, en una época de miseria,
con los campos arrasados por la guerra y los temporales que inundan los
terrenos cultivados, causando un gran número
de muertes y epidemias. El obispo y el Ayuntamiento socorren a la población y a
los numerosos soldados alojados, elevándose súplicas al rey y consiguiéndose la
exención de impuestos por el tiempo de la campaña, mejorando lo conseguido tras
el sitio de 1705.
Caballería de Felipe V |
Especialmente
duro resulta el período de diciembre de 1707 a febrero de 1708, con gran abundancia de
temporales y lluvias, recurriéndose al auxilio divino mediante procesiones:
Ntra. Sra. de Consolación es trasladada desde su iglesia en la Alcazaba hasta
el Convento de San Onofre, por ejemplo. Resultado de esta terrible primavera
son la carestía de los granos y la miseria de 1709, con el agravante de que el
ejército aliado fija nuevamente su objetivo en Badajoz.
Dos factores
principales impulsaban la nueva ofensiva por el oeste: uno, la retirada general
de las tropas francesas que apoyaban a Felipe V, impuesta a Luís XIV tras
diversas derrotas sufridas en Flandes, ya que las escasas guarniciones que
quedaron en puntos estratégicos no podían garantizar un refuerzo notable a los
españoles. El otro factor determinante fue la carestía y escasez de granos en
la frontera con Portugal debido a que el transporte desde otros lugares de la
península era lento y dificultoso por el estado de los caminos tras los
temporales y la falta de mantenimiento
impuesto por la guerra.
El Capitán
general de Extremadura, el Marqués de Bay, tenía montado el campamento general
de sus tropas en las Bardocas, en la margen izquierda del río Gévora y próximo
al actual pueblo del mismo nombre. Allí fue reuniendo sus fuerzas, entre las que se encontraban
las tropas de las Reales Guardias Walonas al mando del Duque de Abre, enviadas
por el Rey, conocedor de la importancia que tenía el poder parar esta invasión.
Con las tropas
organizadas, Bay inició sus movimientos hasta ocupar las alturas de Santa Engracia
desde donde desplegó un ejército de diez mil infantes y seis mil
caballos, compuesto únicamente por españoles.
Alturas de Santa Engracia, donde desplegó sus fuerzas el marqués de Bay |
Formaban parte
de él algunas de las más selectas unidades y de los mejores generales
borbónicos del momento, como el Teniente general Alonso de Escobar, Gobernador
de la Plaza de Badajoz y cuyo retrato podemos ver en la Iglesia de San Andrés,
el brigadier Feliciano de Bracamonte[1], o
Baltasar de Moscoso, Conde de las Torres, coronel del regimiento de caballería
de su nombre y que aún existe con el nombre de “Calatrava” como Grupo de Caballería
del Regimiento Acorazado “Castilla” en Badajoz.
Se reforzaba
este formidable ejército con dieciséis piezas de artillería al mando del
Teniente general Carlos de Boysloge.
Frente a ellos,
las fuerzas anglo-portuguesas sumaban dieciocho mil infantes, cinco mil
quinientos caballos y dieciocho piezas de artillería, al mando del Marqués de
la Frontera, Capitán general del Alentejo, encontrándose entre otros destacados
jefes Milord Galloway y el Conde de San Juan. El ejército portugués se
estableció entre Elvas y Campomayor, con el río Caya por delante, sobre el que
tendió siete puentes de barcas para facilitarse el paso.
Los españoles asomaron
a las alturas del Gurugú y Cuestas para avanzar hacia el noroeste siguiendo las
elevaciones de Santa Engracia y
actual carretera de Campomayor.
Capitán general marqués Alejandro Bay |
En la formación
de batalla original las fuerzas de caballería desplegaron en ambos extremos,
dejando el centro para la infantería que protegía, además, a la artillería. La
diferencia de velocidad en la marcha hizo que la caballería apareciera en dos
cuerpos muy separados, al dejar atrás a la infantería, lo que no permitió, en
un primer momento calibrar el peligro creyendo que eran fuerzas de exploración
y seguridad.
La batalla
comenzó a las tres de la tarde del día 7 de mayo, cuando los aliados estaban
terminando de cruzar el río y consistió fundamentalmente en repetidas cargas de
la caballería española que lograron derrotar y poner en fuga a la anglo-lusa,
que también ocupaba los extremos. La infantería enemiga, sin protección, no
tenía más posibilidad que resistir, pero, sin esperanzas de poder replegarse en
orden, tuvo que rendirse a discreción. La infantería española apenas llegó a
intervenir, siendo una batalla típica de la caballería, con acciones similares
de enérgicas cargas como las que habían dado la victoria a los borbónicos en
Almansa en el año 1707.
La derrota fue
total para los aliados que perdieron su artillería y el enorme tren de
suministros que tenían, sufriendo alrededor de cuatro mil bajas, de ellos dos
mil prisioneros y otros tantos entre muertos y heridos. Por la parte de los
españoles se informó de trescientas bajas[2],
entre ellas la muerte del coronel Antonio de Leyva, que sería enterrado con
todos los honores en la iglesia de los Padres Jesuitas, antiguo Convento de
Santa Catalina.
La batalla de la
Gudiña supuso el final de las invasiones por el lado de la frontera portuguesa,
que tantas preocupaciones había causado en años anteriores, aunque no fue lo
decisiva que podía haber sido si en lugar de entregarse a la persecución del
enemigo en fuga se hubieran coordinado mejor los esfuerzos para evitar esta
huida, con la posibilidad de apresar o
eliminar prácticamente a la totalidad del ejército aliado en Portugal; no
obstante, la clamorosa victoria de los campos de Gudiña trajo la tranquilidad a
Badajoz para el resto de la guerra quien no sufriría más amenazas de asedio.
Al fondo alturas de Santa Engracia a Campo Mayor, con tapia blanca el cortijo del Nevero |
Un temporal de
lluvias, además, retrasó las operaciones del Marqués de Bay que salió en
persecución de los restos del ejército enemigo, que reunió lo suficiente para
reforzar Olivenza, que era el objetivo inmediato de los españoles, quienes
careciendo de medios adecuados para un asedio en regla se dedicaron a talar y
arrasar los campos efectuando ligeras operaciones sobre la citada plaza.
Cercano el verano y preparando las operaciones de la próxima campaña, Bay
decidió anular el Puente de Ajuda, para impedir, o al menos estorbar, los
suministros a Olivenza, para lo cual voló con explosivos seis de sus arcos.
En otoño del año
1709 saldría el Marqués de Bay a la campaña, pero no volvería a Olivenza,
limitándose a recuperar Alconchel, reforzar Almendral y fortificar La Albuera.
El siguiente
año, 1710, sería decisivo para las aspiraciones de Felipe V, que se vería
firmemente asentado en el trono tras las victorias de Brihuega y Villaviciosa;
en Badajoz, las correrías y pillajes irían disminuyendo en intensidad hasta el
cese definitivo de hostilidades en agosto de 1712 y la paz general en 1713.
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