lunes, 3 de febrero de 2020

En recuerdo a un soldado


Hace solo un par de días volví a pasear el claustro de la catedral de Badajoz. Volví a detenerme frente a la lauda sepulcral de don Lorenzo Suárez de Figueroa; éste, frente a la muerte no aparece ni orante ni yacente, figura de pie, displicente, soberbio, con su espada en primer plano y un texto que no deja lugar a dudas “…en la juventud hizo según la edad y en las armas usó lo que convenía.”
Hoy me informan de la marcha sin retorno de mi amigo Pepe Zarallo. Nos unía la amistad desde pequeños, cuando corríamos aventuras sin fin…nos unía la amistad cómplice y verdadera que no necesita del roce continuo, esa de la que cada encuentro es como si nos hubiéramos visto la tarde anterior, pese al tiempo y la distancia.
Ya de adultos, cuando podíamos ser adultos con veinte años, compartimos profesión y destino en un Regimiento viejo, en Badajoz. Porque Pepe era soldado, soldado desde abajo, recorriendo el escalafón hasta el empleo de capitán donde el destino le dijo basta ya de luchas.
Tuve el honor de haber servido con él, el inmenso honor de haber mandado a mi amigo y a otros elementos valiosos como él en el triste y desafortunadamente desaparecido Batallón “Alcántara” en el Regimiento de Infantería “Castilla”, en el Acuartelamiento “Sancha Brava”.
El sargento Zarallo, nada menos que Sargento de Infantería, había servido desde voluntario y alcanzado el empleo con el carácter de “regimental”, como eran conocidos o “de complemento” como eran catalogados con arreglo a documentación.
Ni se me ocurre analizar ahora su desempeño; soldados, a cientos, pasaron por las Unidades de su mando o se instruyeron con él, y, sin duda, podrán tener mejor criterio que yo. Sí me constan sus resultados, tanto él como sus hombres siempre, siempre pudieron decirse “soldados de Infantería española”, la mejor Infantería del mundo.
Desempeñó muchas funciones, tareas y misiones en sus muchos años de servicio en esta Unidad plenamente operativa. En una época yo formé parte del cuadro de mandos de la 1ª Compañía Mecanizada en la que él desempeñaba el cargo de Auxiliar de la misma, con el empleo de sargento 1º. Función de apoyo, administración, logística y de control. La mano derecha del capitán en suma, la retaguardia activa de una Unidad de combate, esencial en la prontitud del apoyo: municionamiento, alimentación, equipamiento y control económico. Una tarea absorbente, delicada, nunca bien apreciada y valorada, los que siempre destacaban eran los operativos, los vehículos de combate, los desfiles, las paradas, las maniobras…pero para que todos funcionaran hacían falta Auxiliares -con experiencia y con carácter- también aquí Zarallo destacó. Carácter, ¡ufff!, de más y experiencia…toda, desde abajo, repito. No voy a entrar en más detalles que en recordar a don Lorenzo: “…en la juventud hizo según la edad y en las armas usó lo que convenía.”
Era el primero en su servicio, nada se le escapaba y cumplía por demás, bueno en el “Castilla” de entonces nunca se hacía de más, el nivel de exigencia era tal que todo servicio quedaba siempre corto, aunque eso es otra historia.
Y en aquellos entonces al sargento Zarallo, auxiliar de compañía, se le despertó el afán de superación, el que nunca había perdido; el que quizás muchos de sus mandos, compañeros o subordinados, no habían sabido ver o apreciar, cuando no despreciar directamente, también en las Unidades de élite hay cortitos, en fin.
El sargento Zarallo, además de su trabajo y sus compromisos familiares retomó los estudios, finalizó el bachillerato y pasó a formarse como Diplomado en Enfermería, o ATS o como diablos quieran llamarlo, se tituló de Enfermero, con un par. Era increíble, desempeñaba su trabajo sin cejar en sus servicios y misiones, organizaba las maniobras y, además, estudiaba. Encontró un apoyo excepcional en su capitán don José Ramón Arias, capitán de Infantería, soldado, que en lo posible le sirvió de sostén y que creyó en su capacidad desde el primer momento, y por su puesto en su familia, en su esposa que tanto le ha apoyado hasta el final. Allí vi un claro ejemplo de lo que es la disciplina, de la que dicen.” Nunca bien definida y comprendida”.
La disciplina práctica, la de verdad, la de campo, es un compromiso que va de abajo a arriba…y de arriba abajo, la de nunca abandonar al compañero, no solo en el campo de batalla, sino en el servicio de guarnición, en el día a día; allí el mando no rebajó nunca la exigencia en el servicio, pero no escatimó el apoyo en lo necesario, el estímulo y la valoración del estudio; sabía muy bien que estaba contribuyendo a la formación de un soldado para mejor servir a su patria, tarea en definitiva de los Ejércitos, hay muchas maneras de servir bien. El binomio cómplice alcanzó el pleno.
Muchos fuimos testigos: pasaba horas estudiando en las pocas horas de relax en el campo, en los servicios, se acostaba el último y se levantaba el primero, no desaprovechaba momento para su formación. Lo he recordado muchas veces, lo he contado muchas más. Fue un verdadero ejemplo.
Luego continuó su carrera, pasó al glorioso Cuerpo de Sanidad Militar, creado como tal especialidad en España, en el siglo XV por los Reyes Católicos, cien años antes que en Europa.
Clara vocación de servicio y entrega la de Zarallo, además, como ya queda visto, también ahí llegaba sobrado, entiéndase el término: llegaba con una amplia experiencia, en ocasiones duras, de las necesidades y servicios de una Sanidad práctica en Unidades operativas y en guarnición.
Alcanzó la categoría de Oficial, fue teniente y luego capitán, solo el destino pudo cortarle mayor logro. Cumplió como los buenos. La Sanidad Militar, dentro de los llamados Cuerpos Comunes, le permitió/comprometió a servir en la Armada, en Misiones Internacionales, o en la Guardia Civil, también desempeñó trabajos en la Sanidad Civil y…
Don Lorenzo Suárez de Figueroa finalizó su inscripción funeraria: “…lo que del mas sucediere dígalo su sucesor…”

Y no, no soy su sucesor en sentido estricto, pero me encuentro con la obligación de contar esta historia por fidelidad a un amigo, por agradecimiento a un compañero y por el ejemplo de esfuerzo y superación del que un día fui testigo.

Y no, quizás el capitán don José Zarallo no fuera perfecto, pero fue un ejemplo de fidelidad a un compromiso, al fin y al cabo solo fue un Soldado.

Un abrazo grande y que la tierra te sea leve hermano.