Organizadas las diversas columnas y puesta en marcha la primera fase de operaciones de recuperación del territorio -nombrada entre sus intervinientes como la "campaña del desquite"- todas las crónicas vienen en coincidir que los momentos más duros para las fuerzas era el encontrar los restos de los caídos. No por los combates, que los hubo muy duros y con gran cantidad de bajas. Fue el encontrar los restos de las atrocidades cometidas, en la mayoría de las ocasiones, contra unas fuerzas que habían pactado su rendición y entregado sus armas. Crímenes de guerra se les llamaba, creo.
Los Historiales de las Unidades combatientse, los pocos conservados, claro, apenas dedican detalles a estas ocasiones....
24
de octubre.
Ocupación
de Monte Arruit. Las columnas de ataque parten de Zeluán, el general Sanjurjo
toma como eje la línea férrea, constituyendo la derecha del
despliegue; la columna Berenguer (Federico) –con el “Castilla”- marcha por
el centro siguiendo la carretera general y el general Cabanellas, mandando la Caballería,
por la izquierda –ocupando las casas de Ben Chel-Lal-, zona más
despejada.
La
operación se inició a las 06’00 horas, el enemigo, ante el
potente apoyo artillero desplegado, apenas presenta resistencia. A
las 08’30 horas los objetivos están ocupados en su totalidad y a
las 14’30 se inicia el repliegue hasta el campamento de Nador al
que se llegó a las 20’30 horas.
Las primeras informaciones e impresiones de la operación que llegaron a Extremadura se publicaron en Badajoz el día 29, en el Noticiero Extremeño:
Por
tierras africanas. NOTICIAS DE CASTILLA Y GRAVELINAS. El cementerio
de los mártires. (De
nuestro corresponsal especial)
Acabo
de recorrer el campo de Arruit y sus alrededores, teatro de la
espantable tragedia. La terrible realidad supera a todo lo que se
pueda imaginar. Desde la aguada a la posición se camina entre
cadáveres descompuestos y amojamados, desnudos unos completamente,
semidesnudos los demás y todos con la horrible mueca de una dolorosa
agonía, con la espantable y macabra traza que en sus carnes y en sus
rostros marcó un verdugo despiadado.
Son
muchos centenares, y son más aún, allá, dentro de la posición, en
los derruidos barracones, donde el suelo está materialmente cubierto
con sus despojos. La impresión es de las que no se repiten en la
vida y de las que dejan un acre recuerdo imborrable para lo futuro y
un marasmo y un atontamiento al contemplarla.
Apartemos
los ojos de la horrible visión y sin detallarla pasemos a otros
incidentes más humanos, mientras los muertos son llevados a
carretadas a la larga fosa, de la anchura de un hombre, que
construyen los soldados después de que el teniente vicario
castrense, ayudado por el capellán del regimiento de “Gravelinas”,
bendice el solar del nuevo cementerio que, con justicia, será
llamado el cementerio de los Mártires...
¡Pobres
mártires anónimos que nunca ganan nada y cuando llega la hora de
perder lo pierden todo! Dios misericordioso los habrá acogido en su
gloria...
Esta
mañana, a las nueve, ha sido ocupada la posición sin encontrarse
enemigo cerca, operando desde Zeluán tres columnas, que únicamente
han tenido que bombardear escasas concentraciones de rebeldes en los
lejanos montes de Bucherif y Tistutin. ¡Ah, si se hubieran acercado,
con qué ímpetu se hubieran lanzado sobre él nuestros soldados,
impresionados por la espantable visión! Pero no se divisa ni un
moro. Algunos de los batallones que acudieron a la operación, como
el de “Gravelinas”, no han tenido que llegar y se han quedado en
Zeluán o en el camino.
“Castilla”
ha hecho alto a la derecha de la posición, sin entrar en ella,
únicamente al capellán, D. Fermín, encontramos allí, en compañía
de otros colegas, rezando responsos ante los cadáveres, con lágrimas
en los ojos junto al del querido compañero, Sr. Campoy, el capellán
del regimiento “Alcántara”, que cayó en la rampa de subida a
pocos metros de la puerta principal. Aunque desnudo, conserva trozos
de la guerrera, el cuello con el emblema bordado, trozos de la camisa
y camiseta, una liga que se deslizó de sus piernas cuando ésta
quedó reducida a un hueso recubierto de rugosa piel.
Infortunado
amigo, Dios habrá recompensado su heroico y abnegado comportamiento,
que mereció tantos plácemes del general Navarro en los sufridos
días de la desesperada resistencia.
Terminada
la operación, empiezan a reintegrarse a sus puestos las fuerzas que
concurrieron, excepto la reducida guarnición que quedará en este
reducto.
“Gravelinas”
quedará por de pronto en Zeluán; “Castilla” continuará hasta
Nador, donde lo encontramos ayer a nuestro paso por el poblado. No
ha vuelto a tener novedad importante desde aquella endiablada
malandanza de la bomba que tantas bajas le causó. También
“Gravelinas” llevaba muchos días sepultado en posiciones y
blocaos, a pesar de lo cual hizo su marcha de 27 kilómetros, sin
muestras de cansancio ni fatiga, llegando a Zeluán a mediodía.
Ahora ya tiene completísimos sus cuadros de oficialidad.
Desde
la venida de los capitanes Caturla y Jiménez, del médico Sr.
Oliver, y de los alféreces hermanos Alcón, García, Terrón, Núñez,
Villalón y Cerrato.
El
tiempo se muestra benigno, como si quisiera contribuir al rápido
desarrollo de la empresa africana, cosa que todos anhelamos, parte
por patriotismo y parte también por regresar cuanto antes a nuestros
lares patrios. Aunque se camina ahora con alguna rapidez, no creo que
se pueda terminar esto tan pronto como se pensaba, a no ser que se
reduzca la acción militar a llegar al Kert, cosa que puede hacerse,
quizás, en un mes o dos. Veremos lo que deciden las Cortes.
El
invierno se retrasa, afortunadamente; así nos permitirá ir más de
prisa y dará tiempo a que nos lleguen los donativos que para
contrarrestarlo nos preparan en la provincia y de los que tenemos
noticias por éste periódico.
Dios
le pagará la obra a los donantes y los soldados se la agradecerán
vivamente.
Acabo
de ver a nuestro paisano D. Cándido rebuscando entre los muertos el
cadáver de D. Pío Usera, su yerno, que no ha encontrado hasta ahora
¡Quién sabe si aún le veremos y abrazaremos vivo cuando se rescate
a todos los prisioneros!
Esperemos
todavía. ES SAUI. De Monte Arruit, 24 de octubre.