miércoles, 30 de mayo de 2018

Libros de soldados: El final de las invasiones. La batalla del Salado


EL FINAL DE LAS INVASIONES. LA BATALLA DEL SALADO.
José María González Lanzarote, Badajoz, Editamás, 2018
El pasado día 19 de mayo, dentro de las Jornadas de la 37ª Edición de la Feria del Libro de Badajoz, se presentó esta obra de nuestro amigo y compañero José María González Lanzarote.
José Mª es teniente coronel de Infantería en la reserva, fue el primer presidente, y fundador, de la Asociación Cultural “Voluntarios de Castilla”, en Badajoz, y es autor, entre otros trabajos de Zalaca. La batalla en el siglo XI, Editora Regional de Extremadura, 2015,
y La batalla de Zalaca, 1086, Almena ediciones, Serie Guerreros y Batallas, Madrid, 2016.
La batalla del Salado se dio en 1340, cerca de Tarifa (Cádiz), entre los reinos de Castilla, Aragón y Portugal, toda la cristiandad peninsular, contra los reinos de Granada y de los Benimerines, procedentes del norte de África. En ella tomarían parte las milicias concejiles de Badajoz y la victoria de los reinos cristianos cerraría definitivamente el capítulo de las invasiones musulmanas a la península.
 Pero para hablar del libro hemos preferido reproducir aquí la presentación que hizo el autor en la ya citada Feria del Libro de Badajoz:
“…Para entrar directamente en la presentación, aparte de agradecerles que me estén escuchando esta tarde, en primer lugar, quiero hacerme y responderme yo mismo una pregunta:
¿Por qué escribir un ensayo sobre una batalla campal de hace casi siete siglos, que tuvo lugar en una tierra próxima, el sur de España pero lejana para los medios de aquellos tiempos y sobre la que ya se ha escrito en numerosas ocasiones?
Aparte de aficiones personales que yo pueda tener, lo he considerado interesante por lo siguiente:
Primero por lo que indica su propio título, la última de las invasiones, dentro de la reconquista, por supuesto y con todos los matices que en la obra se expresan respecto al calificativo de última.
Por otra parte, una batalla campal era en esta época un acontecimiento suficientemente singular, por lo raro, y suficientemente decisivo siempre que la incluyamos dentro de un contexto político y social más amplio, para que merezca la pena detenerse y curiosear en ella.
 El que exista numerosa bibliografía sobre este mismo hecho no quita para que se puedan dar distintas versiones e interpretaciones sobre determinados acontecimientos, siempre que éstas estén de acuerdo con los datos, más o menos exactos, proporcionados por documentos contemporáneos y, sobre todo, con la lógica y el sentido común.
Una vez vista la finalidad genérica, podemos deducir de ella los objetivos del libro:
En primer lugar, difundir el conocimiento sobre los acontecimientos que ocurrieron en ese 1340 y que culminaron con la batalla en cuestión, aunque ya anticipo que esto no fue exactamente el final de un proceso, ya que todavía hubo duras campañas y largos sitios hasta que la situación quedó claramente establecida.
También se trata de hacer un análisis lógico, y hago hincapié en lo de lógico, de las causas que llevaron a los protagonistas y sus consejeros, aunque estos últimos permanecen ocultos salvo en algunas ocasiones, a tomar las decisiones que tomaron en todos los planos de actuación, ya fuera político, estratégico u operativo, decisiones que en casi todos esos planos conocemos perfectamente gracias a las crónicas pero que estos documentos, en la mayoría de los casos, no dicen claramente por qué se adoptaron en realidad.
Por fin, se trata también de proponer un desarrollo novedoso de la batalla, insisto que siempre a la luz de la documentación contemporánea existente. Este desarrollo ya fue esbozado por Manuel López Fernández en un artículo publicado en la revista Ejército y por mí mismo en la Historia Militar de España, del Ministerio de Defensa, y se ha pulido y ampliado porque parece ser el que ofrece mejor explicación para los hechos que relatan la mayoría de  las crónicas contemporáneas.
 En el ensayo, también se estudia la composición de los ejércitos enfrentados, con más atención al movilizado por el rey Alfonso el onceno, que se basaba en un sistema de reclutamiento bastante perfeccionado para la época y que suponía, teóricamente casi la prestación universal, siempre dependiendo de las posibilidades económicas del individuo, ya que el armamento se lo solía proporcionar él mismo. Por ejemplo, un vecino de Badajoz que tuviese un patrimonio, salvo su casa, de seis mil maravedíes, tenía que tener un caballo y se supone que armas adecuadas.
También quiero destacar un estudio inédito sobre las posibilidades numéricas de ambos ejércitos y de los defensores de Tarifa, donde se desarrolla la acción principal, basándose para ello en el teórico consumo de víveres por hombres y animales y las posibilidades de transporte y ocupación de los caminos, lo que reduce los números a un nivel racional pero realista, dejando fuera las exageraciones, sobre todo las numéricas de los aliados musulmanes. Estos números no pretenden, ni mucho menos, ser exactos, tarea imposible hablando de una época en la que la contabilidad no era precisa, al menos para los escritores de las crónicas, ni la exactitud de los números de personal se creía tan importante.
 Parece que ninguna obra esté completa si no se puede extraer de ella alguna enseñanza, o, al menos, moraleja aplicable al mundo actual. Ciertamente resulta difícil en este caso, ya que poco tienen que ver las circunstancias actuales o, por decirlo de otra manera, contemporáneas con las que pudieran existir en el siglo XIV y poco tiene que ver nuestra escala de valores con las de la época, pero, no obstante, podemos destacar algunos de esos valores o defectos que podemos considerar como universales e intemporales en los distintos protagonistas:
Como no destacar la férrea voluntad demostrada por Alfonso el Onceno a lo largo de los acontecimientos previos, mezclando un carácter fuerte, imperioso y a veces hasta cruel, junto con templanza cuando la ocasión lo requería; las actitudes previas de los nobles levantiscos, cuyo prototipo era Don Juan Manuel, que anteponían su beneficio personal y familiar a cualquier otra consideración, de acuerdo, eso sí, con los parámetros morales de la época. En un país actual bien organizado, sus actos habrían sido considerados traición. El carácter vehemente en ocasiones, poco calculador en otras y, casi siempre políticamente astuto de Abul Hasan, que debilitó su imperio y comprometió su prestigio por intervenir en un territorio que para él no debía haber sido más que un teatro secundario. La nobleza de la actitud de la reina María, que, a pesar de los desplantes de su marido Alfonso, que tuvo dos hijos con ella, de los cuales solo sobrevivió uno, y diez con su amante, no dudó en intervenir cerca de su padre, el rey de Portugal, para requerir la ayuda que necesitaba Castilla; la nobleza de este rey de Portugal, también llamado Alfonso, el cuarto, que antepuso la aversión a su yerno, con el cual ya había guerreado y con el que volvería a hacerlo, siempre en desventaja, para contribuir con lo que pudo a la causa común, aunque sin perder de vista los intereses particulares de su reino; la habilidad de Yusuf de Granada, que guerreó sin mucho entusiasmo y más bien por compromisos anteriores  junto a los benimerines, tratando de guardar el equilibrio y no enfrentarse de una manera total a sus vecinos castellanos y nunca perdió de vista el bien de su reino; la actitud excesivamente caballeresca, valiente e irresponsable de Jofre Tenorio, que llevó a la pérdida de la flota,  y  tanto que se puede decir o deducir de todos los personajes que surgen en el libro y que, afortunada o desgraciadamente, nos podemos seguir encontrando, quizá de una manera más encubierta, en todos los niveles de la vida pública y privada hoy en día.
 También los interesados podrán ver un esbozo sobre las maneras de combatir, las armas y el carácter de los ejércitos de la época, que en este aspecto era ya una época de cambio respecto a los usos que habían preponderado en la Edad Media.
Al comienzo dije que la batalla  y la mayor parte de los hechos habían tenido lugar a una distancia, en aquel siglo XIV, que podía considerarse muy lejana respecto a donde nos encontramos, pero también la tierra extremeña, la raya y la propia ciudad de Badajoz, jugaron un papel muy importante en el desarrollo de los acontecimientos previos, pues fue donde los reyes de Castilla y Portugal hicieron, llamémosle, las paces y acordaron su colaboración en la inminente batalla.
He intentado hacer el texto lo más ameno posible, comprensible a través de fotografías y esquemas y breve dentro de la necesaria densidad que lleva consigo un estudio riguroso y basado en fuentes contemporáneas a los hechos y acreditadas publicaciones. No me queda más que decir que espero que les resulte interesante…”

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